martes, 11 de septiembre de 2007

Es posible probar con la ciencia la existencia de Dios?


El Dr. Báez Acosta declaró que su fórmula para curar el sida le llegó por revelación divina. Si estaba seguro de eso, sus experimentos solo servían para convencer a los incrédulos impíos, ya que para un hombre de fe la investigación era innecesaria. Esto pasa siempre que se recurre a la ciencia para justificar verdades religiosas. Pues la ciencia no es solamente la aplicación de un método riguroso a fenómenos que ocurren en el mundo físico, sino que supone además una actitud de aceptación de los resultados de la investigación, al margen de expectativas y creencias. Cuando investiga, el científico se compromete a aceptar los resultados aunque éstos contradigan sus hipótesis o le parezcan absurdos. Decía el físico norteamericano J. R. Oppenheimer que "Investigar significa pagar la taquilla por adelantado y entrar sin saber cual va a ser el espectáculo".
El conocimiento científico es autocorrectivo, porque las pruebas empíricas en que se basa son verificables. O sea, que crea las condiciones que nos permiten saber si estábamos equivocados. Es también la única forma de conocimiento acumulativa. Como dijera el psicólogo Skinner, los escritores y artistas de nuestra época no son más eficaces que los de la edad de oro griega, pero un estudiante de bachillerato actual sabe más sobre la naturaleza que el más eminente científico griego.
El arca de Noé
Un grupo de arqueólogos cristianos inició una investigación con el fin de encontrar los restos del arca de Noé. Por muy científicos que fueran sus métodos y sus instrumentos, la actitud de estos arqueólogos no lo era pues su certeza sobre la existencia del Arca procede de un libro sagrado y es inconcebible un hecho que pueda refutarla. Los científicos, por el contrario, no aceptan los argumentos de autoridad. En ciencia no se pregunta ¿quién lo dijo? sino ¿qué pruebas tiene? Lo que cuenta son los hechos, no el científico.
En otra ocasión supe de un experimento mucho más ambicioso, ya que pretendía probar la existencia del alma. El diseño era candorosamente simple. Se pesaba continuamente a un moribundo hasta que muriera y luego se comparaba su peso antes y después de expirar. La diferencia en el peso se debía a que el alma había escapado del cuerpo, lo que confirmaría su existencia.
Es innecesario examinar la metodología y los resultados de este experimento para descalificarlo. Por definición (o por revelación) el alma es inmaterial y solo podemos pesar las cosas materiales. Esto no prueba que el alma no existe, sino que por su naturaleza especial, no puede ser objeto de estudio científico. Lo mismo ocurre cuando se pretende demostrar científicamente la existencia de Dios.
Lo que no se puede probar
Para los creyentes, Dios es una realidad que trasciende los límites y el ámbito de aplicabilidad del método científico.
Quienes se empeñan en probar científicamente la existencia de Dios creyendo que le rinden un gran servicio a su creencia, rebajan a Dios, que es un ser perfecto, atemporal y sin dimensiones, al limitado mundo de los fenómenos físicos, único escenario en que operan los científicos. Lo inverso también es imposible: la ciencia no puede probar la inexistencia de Dios. Sería igualmente arriesgado afirmar que ciencia y religión son incompatibles. Blaise Pascal, filósofo, matemático y físico francés, fundador de la teoría moderna del cálculo de probabilidades era profundamente religioso y solía decir que mientras "un poco de ciencia aleja de Dios; mucha ciencia acerca a Dios".